Estaban preparados. Los dos. Habían ensayado cada paso mil veces. Sonaba maravillosamente «El día que me quieras» y lo bailaban a la perfección. Todo se vino abajo en un momento… Dicen que es nostálgico, apasionado, a veces triste, pero desde ese momento también el tango es trágico.
Aparentemente no tenía por qué haber ninguna complicación. El paso no era de los más complicados ni difíciles. Avanzaban muy, muy pegados. Ella hacia adelante y él hacia atrás… Lógicamente, si los dos van hacia adelante, además de no moverse están haciendo el patán.
Bueno, él llevaba la rosa en la boca y en un momento ella tenía que quitarle la rosa con su boca y voltear la cara, así como si le arrancara de su boca la rosa de cuajo. Luego, sin pausa, ella detenía el avance, la pierna izquierda daba impulso a su cuerpo y subía rápidamente la pierna derecha doblada por la rodilla hasta tocar su pecho con el muslo, al tiempo que se dejaba caer al suelo de bruces. ¡No! No caía al suelo porque el la recogía antes de caer y la levantaba iniciando un nuevo paso.
Claro, él, en el momento que ella le quitaba la rosa de la boca y giraba su cara, tenía que parar el avance y ponerse a un lado preparándose para recogerla cuando ella se lanzara hacia adelante subiendo la pierna derecha encogida sobre su pecho… ¿y por qué no te quitas?, ¡coño!, ¡échate a un la’o, atontao!, ¿no ves que te va a romper los güevos con su rodilla? ¡Qué puto desastre!
En fin, cuando se le pase un poco el dolor y recupere el habla ya nos contará por qué razón no se apartó a un lado. Podía haber sido un tango lleno de emoción y sentimiento y terminó siendo un tango trágico.
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¡Un momento! Escribe en un comentario si has buscado en Internet que el tango trágico también es de origen argentino (¡seguro que lo has hecho!)
C./