
¿Qué pasaría si todas las cosas de las que disfrutamos pudieran también disfrutar de nosotros de la misma manera? ¿Seríamos más cuidadosos? ¿Tendríamos algo más de empatía por esas cosas que usamos y disfrutamos hasta la saciedad?
¿Alguna vez nos hemos preguntado si el uso que damos a las cosas que más nos gustan es el apropiado?… Me refiero a cuando utilizamos algo que se rompe por el uso inapropiado. Por ejemplo, abrir una lata de espárragos con la pluma estilográfica de oro que con tanto cuidado guarda y tanto le gusta a nuestro tío, el de Alcalá.
Imaginad que todas esas cosas pudieran tener conciencia de sí mismas, vida propia, y se les diera la oportunidad de usarnos a nosotros del mismo modo. Por ejemplo, un globito paseando muy contento por el parque con una niña atada a una cuerda y ¡venga a darle tirones! Ahora a la derecha luego a la izquierda…
O tal vez una raqueta de tenis agarrando por una pierna a un tenista mientras le machaca una y otra vez su cabeza contra la pista porque ha fallado el golpe. A lo mejor un «puchinball» reventando la cara de un boxeador, gancho va gancho viene, directo va directo viene, hasta que no le quede un diente en la boca. O, qué tal una coquilla toda sucia de «meaos» pateando los güevos de un karateca cinturón negro.
Son cosas, todas éstas, que me pregunto en una tarde de domingo antes de que empiece el fútbol pero después de tomarme las seis primeras cervezas.
Escribe en un comentario si a partir de hoy te plantearás tratar un poco mejor las cosas que más te gustan. Recomienda esta entrada a alguien que sea fan de preguntarse «qué pasaría si» tal o si cual. Dale al «megustas» y guarda esta entrada en tus colecciones de cosas «joquegrandesreflexionesenpronosticoreservado».
¡Un momento! Escribe en un comentario si has buscado en Internet cuántas tallas de coquillas hay y de qué materiales son, ¡seguro que lo has hecho! Yo estuve buscando algunas que por dentro estuvieran rellenas de blandito, pero de mi talla no hay… son todas demasiado pequeñas para mí.
C./