
Hubo un tiempo pretérito en que los mensajes se escribían en papel y se enviaban a través del servicio de correos. En aquellos tiempos, probablemente mejores se decía que habías recibido un correo o una carta a lo que ahora decimos «tienes un mail».
El amigo Felipe, hace unos treinta años, escribía en un papel lo que quería contar a alguien. Lo metía en un sobre con sello y todo junto, papel escrito, sobre y sello lo ponía en un cacharro anclado en el suelo con forma de bidón al que llamaba buzón de correos.
Más o menos, en tres días con un poco de suerte el «mail» se entregaba al destinatario, pero sin un «¡pop!, tienes un mail». Luego, Felipe, daba otros dos o tres días de reflexión al destinatario. Esperaba unos tres o cuatro días más y luego ya miraba con avidez todos los días si había recibido contestación a su mensaje. Si no recibía contestación decía algo como lo que decimos hoy «me ha dejado en visto» o «seguro que el putocorreos me ha perdido la carta». Esto último ahora no se puede decir.
Me pregunto qué nos pasaría hoy si a un wathsapp que enviamos hoy tuviéramos que esperar una semana y pico para obtener contestación como cosa normal. Supongo que la tasa de suicidios se dispararía mil o dos mil veces.
Afortunadamente esos tiempos pasaron. Ahora es solo el Estado el que se dirige a nosotros por correo ordinario y a estos les da igual que los dejes en visto, te dan un plazo y si no cumples, ¡zas!, castañazo.
Escribe en un comentario si podrías sobrevivir comunicándote con tus amigos por mail. Recomienda esta entrada a alguien que sea fan de comunicarse por correo ordinario, que no sea el Estado. Dale al «megustas» y guarda esta entrada en tus colecciones de cosas «joquegrandesreflexionesenpronosticoreservado».
¡Un momento! Escribe en un comentario si has buscado en Internet cuántos tipos de cartas te puede enviar el Estado. Además de las de Hacienda, claro, que son las chulas (¡seguro que lo has hecho!)
C./