Me siento mal, muy mal. Creo que no voy a dormir más la siesta junto al radiador. Ha sido horrible. He tenido un mal sueño, pésimo, demoledor.
Todavía no hemos estrenado el invierno y ya hace un frío del demonio. Del demonio del infierno frío, no del clásico demonio con calderas de azufre hirviendo y esas cosas que hay en el infierno de siempre. Bueno, aclarada esta endemoniada cuestión, resulta que hoy he comido un buen cocido y después he dormido una buena siesta junto a un radiador calentito.
Me he equivocado de cabo a rabo. Con el calorcito y en mitad de una copiosa digestión mi mente ha volado a un lugar paradisíaco: una playa solitaria con un sol suave y el mar tranquilo con el agua limpia y templada. Me he bañado, he tomado el sol he paseado por la playa y cuando parecía que una muchacha estupenda se me acercaba sensualmente… ¡zas!, ha sonado la alarma de mi teléfono y me ha despertado. Me ha sacado a lo bestia de aquel paraíso y ¡hala!, a trabajar que es la hora.
He remoloneado un poco mientras me frotaba los ojos y me desperezaba. Me he dado cuenta de que los cristales estaban empavonados por el frío de la calle y he vuelto a la cruda realidad con el ánimo totalmente hundido.
He tratado de recordar a la chica que se acercaba a mi en la playa, con su sonrisa y su biquini, pero no he podido recuperarla. En fin, supongo que vendría a pedirme la hora, no creo que necesitara nada más de un tipo como yo.
Ha sido un mal sueño. No hay nada peor en este mundo que tener un sueño maravilloso y despertar en un infierno de cruda y fría realidad. En el infierno frío, no el clásico ese otro del azufre hirviendo y esas cosas, ya me entendéis…
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C./